lunes, 7 de noviembre de 2011

Kippenberger, work in progress


La crónica nos habla de una agresión involuntaria por parte de eficiente empleada de la limpieza; la buena señora dejó como una patena la artesa de goma que aparece en la base de la obra Cuando los tejados comienzan a gotear de Martin Kippenberger, artesa que antes lucía una costra de probable origen cálcico. Nadie sabe si a partir de ahora podrá volver a exponerse la obra, luminaria del arte de occidente y espejo donde se miran los andamios de toda Europa, pues su genuina naturaleza ha sido irreversiblemente modificada.
A los jefes de la empresa de limpieza no les llega la camisa al cuello desde que saben que la obra está asegurada en 800.000 euros. En ningún momento han pensado felicitar a su empleada por el celo demostrado, más bien le recriminan haberse acercado a menos de veinte centímetros de las obras de arte, que era lo preceptivo. Como si las pelusas de los suelos respetaran ese caprichoso cálculo.

El que de ningún modo quiere salir del anonimato es el coleccionista propietario de la obra, es normal que no quiera que se sepa el dineral que debió pagar en su momento por esa especie de perchero multiusos ahora fatalmente violentado. Aunque conociendo al coleccionista-tipo de la obra de los últimos años de Kippenberger yo me lo imagino jubilado neoyorquino de vuelta de todos sus negocios y de ida de todos sus caprichos. Pueblo elegido, por descontado.

Pero debemos reconocer que de la obra del alemán siempre recordaremos cierta exposición de dibujos y cartelería en 1989 -cilla del Cabildo- que tuvo mucho que ver con cierto deslumbramiento y rotura de esquemas. Claro que por aquel entonces Kippenberger todavía no se dedicaba a la carpintería.








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