lunes, 11 de julio de 2011

Muerte del Comandante


Dos de tres.
La facilidad de Paul Morand para estar en el lugar apropiado en el momento preciso es directamente proporcional a su capacidad para contarlo más tarde (aquí esperó treinta años) más o menos encriptadamente.

«1938
En los años 1930 un amigo había conseguido una audiencia para mí. Me llamaron a París y tuve que cancelar mi visita a Grandone y volver de Venecia a Francia. Llegando al cruce del lago de Garda, un guardia fascista me entrega un paquete: de parte del Comandante. Los automóviles franceses eran escasos en aquel entonces y él había reparado en el mío. Encuentro un abre-cartas de oro damasquinado con estas palabras del héroe nacional: No poseo sino lo que doy».

Paul Morand. VENECIAS. Ed Trieste. Madrid, 1985 (Pag. 147).

Diplomático al que se llama a capitulo a París urgentemente, el mes de marzo de 1938 le sorprende rodeando el Garda, que es cuando se produce la escena que nos describe. Su característico estilo telegráfico no le permite detenerse en explicaciones sobre el motivo de la audiencia parisina. Sí nos hace testigos de la generosidad del Comandante, que pide que le hagan llegar el que puede ser último regalo que hace en vida, unas horas antes de morir. Entre los tinteros y papeles de los despachos del vate en el Vittoriale no estará el abrecartas que se llevó Morand, pero podemos dar fe que quedaron muchos otros.







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tenía mucho de todo, ''tengo por instinto la necesidad de lo supérfluo''. Espero que pronto podamos disfrutar de tu visión del Vittoriale.
A.A.

Alfaraz dijo...

Dicho en otras palabas, A.A., eso es el Amor al Arte.
Del Vittotiale ya pasó algo por aquí y pensaba que en España no hay nada parecido.
Puede que la arquitectura recuerde fugazmente al carmen granadino de Rodriguez-Acosta, pero nunca el espíritu que lo anima.


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