Hasta hace unas semanas llegabas en tren a la estación de Atocha y tenias paso expedito para estar de cara al Ministerio de Agricultura en un minuto. Ayer mismo uno llega a la estación, abducida por el espítitu de la T4 de Barajas, y te hacen bajar medio kilómetro antes para ponerte a recorrer pasillos mecánicos y salas de espera hasta que se ve la luz por fin y te encuentras las esculturas de Antonio López Día y Noche que las han subido de la planta baja.
No deja de ser una premonición, porque en casa nos recomiendan el documental La mitad invisible dedicado al cuadro La Gran Vía del pintor de Tomelloso. Altamente recomendable, se puede disfrutar "a la carta" que es la única manera de ver televisión para los que no disponemos de ese electrodoméstico. Además de las palabras del pintor, es interesante el testimonio del fotógrafo Luis Pérez-Mínguez. Éstas otras fotografías en blanco y negro son del cineasta Jorge Grau tomadas a las 5 de la mañana de aquel invierno de 1974 en que se empezó a pintar el cuadro y que tardó 7 años en darse por terminado.
La reflexión final del tempus fugit, ahora que acaba el año; López nos dice que si no hubiera tenido que entregar el cuadro -vendido y pagado- podría haber seguido poniendo capas sucesivas hasta hoy mismo. No ha sido necesario, con el paso del tiempo la Gran Vía ha ido pareciéndose cada día más a la del cuadro.