"Paul Morand, fue, hace veinte años, el escritor más universalmente leído y conocido de su época. Su Londres, su Nueva York sus crónicas y sus novelas europeas, concentraron el acierto y la justeza de una literatura que a todos asombraba y seducía porque llevaba implícita en su realización la más nueva y auténtica realidad de aquellos días: elegancia, cosmopolitismo, prisa."
Joaquín Romero Murube. Paul Morand, viudo de Europa. De Memoriales y Divagaciones. Sevilla 1951.
A Paul Morand uno se lo puede imaginar elegante y cosmopolita, pero nunca con prisa, que puede que sea lo que diferencie de manera definitiva al viajero del turista. También podemos imaginarlo viajando con su colección de baúles forrados de piel, ya sea en barco o en avión, pero nunca en este Bugatti Tipo 35 con el que aparece en la fotografía de 1925, que con el fondo de la torre Eiffel tiene bastante de pose para el objetivo.
El caso es que al hilo del cinético comentario anterior, recordé esta imagen traída del fondo de la memoria, y he estado intentando comprobar si en alguno de los viajes sevillanos del francés llegó a coincidir con Fernando Villalón, de manera que pudieran conocerse. He fracasado.
Sí sabemos que trató con cierta asiduidad a Joaquín Romero y de ello nos dejó testimonio el palaciego en algunos de sus artículos geniales.
Sin salir del tema automovilístico —tan veinteañista— y por acabar reivindicando al Paul Morand poeta, frente al cronista y viajero por una Europa que dejaba de existir (de ahí lo de viudo de Europa que lo llama JRM.) podemos recomendar En el parque del Oeste, que comienza
Pasa el automóvil
reflejando en sus resplandecientes puertas
la imagen torcida de los paseantes, los convexos eucaliptos,
un césped alabeado
.../...
Se trata de la evocación en verso libérrimo de un atardecer madrileño y que podemos leer completo
aquí gracias a la editorial Renacimiento.
En caso de que no les guste, que todo es posible, siempre se puede seguir mi proceder en los casos en los que nos enfrentamos a un autor extranjero que nos viene muy bien referenciado, que nos cae francamente bien, pero al que no encontramos su aquel cuando nos ponemos con su lectura: echarle la culpa al traductor. No es el caso. Marie Christine del Castillo resulta "fiel al tiempo que literaria" nos dice el editor. Así cualquiera.
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